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DE LA UNIVERSIDAD A LA VIDA ECONÓMICAMENTE ACTIVA #FomentandoLaSaludFinanciera

  • Lic. Laura Arévalo García
  • 19 jul 2017
  • 2 Min. de lectura

Al egresar de la universidad, la prima de un amigo inició, ilusionada, la búsqueda de empleo. Luego de un par de entrevistas, se preguntó por qué a su escuela no se le ocurrió regalarle a ella y a todos sus compañeros un curso; bueno, aunque sea una plática o un panfleto sobre cómo buscar trabajo, cómo elaborar un Curriculum Vitae (CV) y cómo prepararse para una entrevista.

Luego de algunos meses, por fin, le ofrecieron un puesto del cuál no pudo determinar si el sueldo que le otorgaban era poco o poquísimo. Pero había que aceptar. Lo importante era empezar a adquirir experiencia y tener algo más que poner en el CV.

Los días pasaron y como la llegada del primer pago estaba muy cerca, tuvo que hacer el trámite que daría por inaugurado su ingreso a la llamada etapa económicamente activa: tramitó su tarjeta de débito para que le pudieran hacer el depósito de sus futuras quincenas.

El esperado sueldo, por fin, apareció en su cuenta. La prima de ese amigo experimentó una maravillosa sensación de logro, de independencia y de merecimiento.

Con su saldo bancario en la mano, se preguntó… y ahora ¿qué hago? Claro, como en la escuela tampoco le dieron un curso sobre el uso adecuado de su sueldo, decidió hacer aquello para lo que no se requiere preparación: GASTARLO.

Y empezó a formarse la bola de nieve: compraba ropa, invitaba a su familia a comer, cada vez que salía a divertirse con sus amigos se veía muy espléndida, aceptó la primera tarjeta de crédito que le ofreció el banco, donde tenía la tarjeta de nómina, y luego aceptó una más de un banco diferente y posteriormente ella solicitó tarjeta de crédito a una tienda departamental.

Llegaron las primeras vacaciones y las pagó con una de las tarjetas. En navidad compró regalos para toda la familia y para sus amigos, y aceptó ser parte de todos los intercambio de regalos a los que la invitaron.

Cuando se dio cuenta, la quincena le quedaba chica. Apenas cubría los gastos fijos (comida, transporte, pago de celular, de gimnasio, clases de inglés, etc.), y eso que seguía viviendo en casa de sus padres. Además había que pagar las deudas por todo lo adquirido con las tarjetas de crédito. Así que decidió aportar solamente los montos mínimos que le exigían, y por lo tanto, aparecieron en su vocabulario y en su vida los intereses por saldo deudor.

Se volvió casi costumbre que, cuando faltaban varios días para que llegara la siguiente quincena, ya no tenía dinero, y entonces cubría el faltante con la tarjeta de crédito. En fin… se percató que a su formación personal y profesional le hacía falta aprender cómo lograr y mantener la salud financiera.

Afortunadamente la prima del amigo ya nos buscó, y la estamos ayudando a poner en orden sus finanzas. La estamos preparando sobre algunos puntos básicos: elaborar su presupuesto personal, el uso apropiado de sus tarjetas de crédito; la importancia del ahorro a corto, mediano y largo plazo, el establecer sus metas financieras y cómo lograrlas, y la manera de ingresar a la cultura de la previsión.

¡El dinero no da la felicidad, pero sí tranquilidad. Y una persona tranquila, es una persona feliz!


 
 
 

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